El Acordeón Sabio

 

hoyennoticia.com


Por: Wilson Rafael León Blanchar.


En 1987, en pleno Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar, el escenario vibraba con la emoción de los grandes juglares. La plaza estaba llena de gente expectante, ansiosa por ver a los reyes del acordeón desplegar su talento. Entre ellos, con su porte sereno y su sonrisa afable, estaba Alejandro Durán, el primer Rey Vallenato de la historia. A sus 61 años, regresaba a la tarima con la misma pasión con la que había conquistado su corona en 1968.


Su acordeón de botones Do-Fa-Sol parecía tener alma propia. Cada nota narraba historias de parrandas interminables, caminos polvorientos y amores fugaces. El público lo escuchaba con devoción, cautivado por la maestría de sus manos. Sin embargo, en la mesa del jurado, un murmullo empezó a surgir entre algunos de sus integrantes.


—Creo que hubo una nota fuera de lugar —comentó Bartolo Mayorga, un entusiasta de la música académica, aunque nunca había tocado un acordeón.


—Sí, sí, yo también lo noté —secundó Prudencio Barliza, quien hasta hacía poco se dedicaba a otros oficios, pero ahora tenía la responsabilidad de evaluar a los músicos.


—Me parece que ese fa sostenido no encaja dentro del vallenato tradicional —agregó Don Chema, un hombre conocido por su oído meticuloso en las novenas navideñas.


Alejo Durán, con la serenidad de quien confía en su arte, dejó de tocar por un instante y miró al público.


—¡El que peló fue el jurado! —gritó alguien desde el fondo.


Las risas resonaron por toda la plaza, en un eco que pareció contagiar hasta los árboles de ceiba y los burros que pastaban cerca del río. Pero el acordeón de Alejo, como si tuviera vida propia, decidió tomar su propia revancha:


Desde aquella noche, dicen que cada vez que Bartolo intentaba hablar, un fa sostenido se le escapaba entre las palabras; Prudencio, al probar su queso, sentía un inexplicable si bemol que le dejaba la lengua entumecida; y Don Chema, desde entonces, nunca logró golpear su triángulo con la misma precisión.


Alejandro Durán no ganó el concurso aquella vez, pero su acordeón sí. Quedó en la memoria del pueblo como el más sabio, el que nunca desafinó. Y con coplas y anécdotas, la gente se encargó de recordar quiénes fueron los verdaderos desentonados aquella noche.


Nota del Autor


Los personajes que aparecen en esta anécdota, incluidos los jurados y quienes expresan opiniones contrarias a Alejandro Durán, son completamente ficticios. Cualquier coincidencia con personas reales es pura casualidad. Este relato, enmarcado en el realismo mágico, busca resaltar el ingenio y la grandeza de los verdaderos juglares vallenatos.

No hay comentarios.:

SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE

Con tecnología de Blogger.