La Parranda del Retorno: Lluvia, Risas y Reencuentros en Fonseca
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Por: Wilson Rafael León Blanchar.
Agosto en Fonseca siempre ha sido una época bendecida, donde la lluvia no estorba, sino que refresca el alma. Con la brisa suave y el cielo nublado, el pueblo parece vestirse de fiesta para recibir a sus hijos ausentes. El Festival del Retorno transforma cada esquina en un rincón de recuerdos y cada casa en una excusa para una parranda.
Una tarde cualquiera, cuando ya la llovizna había enfriado las calles, Enrique Marulanda, con esa voz aguda que alborotaba hasta al más serio, soltó un comentario que arrancó carcajadas a todo el que estaba en la plaza:
¡Este año el Festival viene con más fuerza que un toro en celo!
La gente se revolcaba de la risa mientras Víctor Ñoñi, siempre amante de la cultura, sacaba a relucir sus datos curiosos sobre la tradición fonsequera. Él no perdía ocasión para recordar que ese festival nació para que todos los que se habían ido, volvieran aunque fuera por un rato, a reencontrarse con sus raíces.
A un lado, Chago Pérez, con sus ochenta años a cuestas pero con la mente llena de picardías, se acomodaba su sombrero mientras lanzaba miradas coquetas a las muchachitas que pasaban. En cada conversación metía alguna de sus historias, tan adornadas de fantasía que nadie sabía dónde terminaba la verdad y empezaba el cuento.
La Gillette andaba de un lado para otro, ofreciendo lotería y echando ojo a ver qué más se podía rebuscar, con la navaja siempre bien guardada “por precaución”. Mientras tanto, Choncha con sus timbales, no dejaba que el ambiente se apagara; donde hubiera música, ahí estaba él, sacando ritmo hasta de la mesa más coja.
Y fue entonces cuando apareció Efraín “El de la Lata”, con su sombrero ladeado, el silbido que se colaba entre sus dientes ausentes y el verso listo en la punta de la lengua. La parranda no estaba completa sin sus décimas, y aquel día improvisó unas que quedaron en la memoria de todos:
Aquí en Fonseca bonito
cuando agosto va llegando,
el Retorno va anunciando
parranda, lluvia el bendito.
Vuelve el hijo forastero
con guitarra y acordeón,
y en cada calle un rumbón
que retumba el mundo entero.
En la plaza y en la esquina
la amistad se hace canción,
se respira tradición
y la parranda se afina.
Si algún día yo me muero
que me entierren en la fiesta,
con timbal, caja y orquesta
¡y el Retorno de primero!
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