José Eduardo Laborde Ariza (1830–1904): Puente de culturas y forjador de tradiciones en Riohacha

 

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Por: Wilson Rafael León Blanchar 


Hijo del coronel francés Jean Laborde y de Dolores Cecilia Ariza Blanchar, mujer guajira de fuerte carácter y profundo arraigo cultural, José Eduardo Laborde Ariza nació en Riohacha en 1830 y falleció en 1904. Su vida fue un puente entre mundos: la disciplina europea heredada de su padre y la sensibilidad criolla transmitida por su madre. Desde muy joven supo conjugar estas herencias, lo que le permitió desempeñar un papel fundamental como político, diplomático y gestor cultural en el Magdalena Grande.


Como senador, gobernador en varias ocasiones y vicecónsul de Francia en Riohacha, Laborde Ariza trascendió el ámbito institucional para convertirse en mediador entre comunidades, facilitador de encuentros y promotor de iniciativas que marcaron de manera definitiva la historia de La Guajira y sus alrededores.


Facilitador de migraciones y familias influyentes


Su cargo diplomático le permitió tender puentes que facilitaron la llegada y el establecimiento de familias europeas en Riohacha. Entre ellas destacan François “Musiú” Dangond, pionero en el cultivo del café en San Juan del Cesar y Villanueva; los Gnecco, originarios de Córcega, que se expandieron hacia Valledupar y se consolidaron como un clan político influyente; y los Lacouture, procedentes de Limousin, que impulsaron el comercio, la ganadería y la agricultura en el Cesar y La Guajira.


Estas familias encontraron en Riohacha un lugar de acogida gracias a las gestiones de Laborde Ariza, quien, respaldado por su doble identidad franco-guajira, supo ofrecer garantías y abrir caminos. Bajo su mediación, estos apellidos se integraron a la vida local y se convirtieron en protagonistas del desarrollo económico, social y cultural de la región.


El carnaval de Riohacha: un símbolo de mestizaje


La tradición oral lo recuerda como impulsor del carnaval de Riohacha. Inspirado por las celebraciones del 14 de julio en París, donde presenció desfiles de hombres cubiertos de barro, introdujo en su tierra natal la costumbre que dio origen a los Embarradores.


En 1867, durante el domingo de carnaval, hicieron su primera aparición grupos de riohacheros que, al amanecer, salían cubiertos con barro de la Laguna Salada. Este gesto, novedoso y festivo, inauguró una tradición única que reflejaba la mezcla de raíces indígenas, africanas y europeas. Gracias a esa iniciativa, el carnaval se consolidó como un espacio de integración donde todas las clases sociales compartían un mismo escenario de alegría y libertad.


Herencia de sangre y cultura


El papel de Dolores Cecilia Ariza Blanchar en la vida de su hijo resulta clave para comprender su visión de mundo. Como mujer guajira, transmitió a José Eduardo la sensibilidad hacia las tradiciones locales, el apego a la tierra y la capacidad de diálogo con las comunidades indígenas y criollas. Esa influencia materna, combinada con la formación francesa heredada de su padre, explica por qué supo articular intereses europeos con las dinámicas culturales y sociales de Riohacha.


Su identidad híbrida, marcada por la memoria materna, fue la base de un proyecto político y cultural incluyente, que abrió las puertas a nuevas familias y consolidó una fiesta popular que aún perdura.


Legado y trascendencia


La obra de José Eduardo Laborde Ariza no puede reducirse a sus cargos oficiales. Su verdadero legado se manifiesta en la huella cultural y social que dejó en La Guajira:


La llegada de familias extranjeras que sembraron raíces profundas en el Caribe colombiano.


La creación del carnaval de Riohacha, que aún hoy representa la diversidad y el mestizaje de su gente.


La influencia de su madre, Dolores Cecilia Ariza Blanchar, que le inculcó el sentido de pertenencia y el valor de las tradiciones locales.


Conclusión


José Eduardo Laborde Ariza (1830–1904) fue más que un político de su tiempo: fue mediador histórico, artífice cultural y puente entre tradiciones. Su vida estuvo marcada por la herencia de sus padres, particularmente por la huella materna de Dolores Cecilia Ariza Blanchar, que lo vinculó de manera entrañable con la identidad guajira. Gracias a su acción, La Guajira se convirtió en punto de encuentro entre culturas, y Riohacha, con su carnaval, en escenario de una celebración que reafirma cada año que en la mezcla está la riqueza de su identidad.

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