Deforestación, extracción y contrabando en La Guajira (1946–2025): sal, carbón, marihuana, cocaína y reconfiguraciones de frontera


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Por Wilson Rafael León Blanchar


Introducción


Desde mediados del siglo XX, La Guajira ha atravesado un proceso de profundas transformaciones económicas, sociales y ambientales. Tras siglos de explotación de recursos forestales y marinos (palo de Brasil, dividivi, sal artesanal), a partir de 1946 se inauguró un nuevo ciclo caracterizado por la industrialización salinera, el auge de la minería de carbón, la consolidación del contrabando fronterizo y, desde la década de 1970, el narcotráfico. En este contexto, la frontera colombo-venezolana funcionó como espacio de circulación —tanto de bienes lícitos como ilícitos— mientras que la Etnia Wayúu mantuvo un papel estructural en estas dinámicas.


Este artículo examina la historia de la deforestación, la extracción y el contrabando en La Guajira entre 1946 y 2025, enfatizando la interrelación entre economías extractivas, redes ilegales y conflictos socioambientales.


Industrialización salinera y transición energética (1946–1970)


En 1941, el Banco de la República asumió el control de las salinas de Manaure, implementando técnicas de evaporación controlada con una gestión de corte empresarial. Hacia 1950, la capacidad de producción se estimaba en 200.000 toneladas anuales [1]. Esta modernización desplazó prácticas artesanales de extracción de sal, generando tensiones con la Etnia Wayúu, que reclamaba derechos históricos sobre este recurso.


Aunque la sal se mantuvo como un producto estratégico en la posguerra, el sector perdió protagonismo con el auge del proyecto carbonífero de El Cerrejón.


Carbón y megaproyectos mineros (1865–2025)


Los yacimientos de carbón del Cerrejón fueron identificados por primera vez hacia 1865. En 1882 se realizaron descripciones más sistemáticas, confirmando la magnitud del recurso. No obstante, su explotación quedó relegada por décadas por la falta de infraestructura.


El cambio estructural llegó en 1976, cuando el Estado colombiano, a través de Carbocol, firmó un contrato de asociación con Intercor (filial de Exxon) para explorar y explotar la zona Norte del Cerrejón [2]. Desde 1985 comenzó la producción a gran escala. El Cerrejón se consolidó como la mina a cielo abierto más grande de América Latina, con una producción anual de entre 25 y 30 millones de toneladas [3].


Este megaproyecto implicó:


Deforestación y desvío de arroyos: más de 69.000 hectáreas intervenidas, con el desvío de arroyos como Bruno y Tabaco [4].



Desplazamiento forzado: comunidades wayúu como las de Tabaco y Tamaquitos fueron reubicadas [5].



Contaminación ambiental: aumento de enfermedades respiratorias y conflictos por acceso al agua [6].



A pesar de los ingresos en regalías, la volatilidad y la transición energética global cuestionan la sostenibilidad de este modelo extractivo.


Cultivos de marihuana y efectos sociales (1965–1985)


La bonanza marimbera marcó un cambio decisivo en La Guajira. Desde mediados de la década de 1960, se sembraron extensas hectáreas en la Sierra Nevada y la Alta Guajira, generando un auge económico sin precedentes [7].


Los cultivos, orientados a la exportación hacia Estados Unidos y el Caribe, transformaron las dinámicas sociales:


Circulación de capitales: familias campesinas y comerciantes wayúu se vincularon a la cadena productiva.



Crisis cultural: el rápido enriquecimiento trajo consigo tensiones intergeneracionales, consumo local y ruptura de estructuras tradicionales [8].



Violencia: el control de rutas generó conflictos con carteles emergentes y, más tarde, con grupos paramilitares [9].



Aunque la marihuana perdió protagonismo con la expansión de la cocaína en los años ochenta, dejó huellas duraderas en el tejido social y ambiental.


Narcotráfico y circuitos de cocaína (1975–2025)


Desde la década de 1970, La Guajira se convirtió en corredor estratégico para la exportación de cocaína hacia EEUU y Europa. La Etnia Wayúu fue señalada como articuladora de rutas y custodios de cargamentos [10]. Maicao y Paraguaipoa sirvieron como centros de acopio y lavado de dinero.


En la década de 1980, el cartel de Medellín y posteriormente el “cartel de la Guajira” consolidaron operaciones a gran escala [11]. Este fenómeno introdujo violencia estructural, vinculada con la llegada de paramilitares y la disputa territorial entre actores armados.


Conclusiones


La Guajira entre 1946 y 2025 reafirma su condición de frontera extractiva: del palo de tinte al carbón, de la sal artesanal a la industrial, del contrabando de telas al de gasolina, de la marihuana a la cocaína.


La Etnia Wayúu nunca fue actor periférico, sino protagonista en la articulación de economías legales e ilegales. Minería y narcotráfico profundizaron la conflictividad social y ambiental. El represamiento del río Ranchería, con su impacto hídrico y cultural, es una muestra clara de esto.


Referencias


[1] Banco de la República. Informe sobre la producción de sal en Manaure. Bogotá: Banco de la República; 1950.

[2] Carbocol-Intercor. Contrato de asociación y estudios preliminares. Bogotá: Carbocol; 1976.

[3] Cerrejón Coal Company. Reporte anual de producción. Bogotá: Cerrejón; 2010.

[4] PNUD. Informe sobre impactos ambientales del Cerrejón. Bogotá: PNUD; 2012.

[5] Corte Constitucional de Colombia. Sentencia sobre desplazamiento de Tabaco. Bogotá: Corte Constitucional; 2002.

[6] Ministerio de Ambiente. Estudios de calidad del aire en La Guajira. Bogotá: MinAmbiente; 2015.

[7] Thoumi F. Economía política del narcotráfico en Colombia. Bogotá: Universidad de los Andes; 1987.

[8] Britto L. La economía de la marihuana en el Caribe colombiano. Barranquilla: Universidad del Atlántico; 1980.

[9] Semana. La bonanza marimbera: auge y caída. Revista Semana; 2005.

[10] Fiscalía General de la Nación. Expedientes sobre narcotráfico en La Guajira. Bogotá: Fiscalía; 1995.

[11] Ronderos M. Guajira, tierra de nadie. Bogotá: Planeta; 2014

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