La limpieza con segundas

 

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Por: Wilson Rafael León Blanchar 



En Fonseca, el billar de Machado era como el congreso del pueblo: allá se decidía de todo, desde el ganador del dominó hasta el destino del barrio. Esa tarde, el calor estaba “más pegao que garrapata en perro flaco”, y las cervezas rodaban con espuma alegre.


De repente, Chago Pérez, que siempre jugaba dominó “con más truco que mago en fiesta de niño”, tiró la frase que encendió la chispa:


—Hombre, este pueblo necesita una limpieza… pa’ que se acaben los problemas.


Las bolas del billar se quedaron quietas como si hubieran entendido.


Enrique Marulanda, delgadito y de voz tan aguda que parecía pito de flauta, se levantó con cara de santo travieso:

—¡Si limpian, más de uno va a quedar “más pelado que Pepa de guama”!


La gente soltó la carcajada, y hasta Zapurro, que era “más cansón que suegra con visita larga”, se rió entre dientes.


Víctor Ñoñi, siempre serio con el folclor, trató de poner orden:

—La única limpieza que sirve aquí es la de caja, guacharaca y acordeón. Lo otro es pura mala idea.


Pero Choncha, que tenía las manos calientes, le metió un tamborazo al timbal que sonó “más fuerte que chancleta en nalga fresca”.


Guillermo, El Oso, que nunca dejaba de comer ni de reír, se acomodó la barriga y dijo a grito entero:

—¡Aquí lo que hay que limpiar es a Jolón, que tiene la boca más amarga que trago de matarratón!


Jolón, con la botella en mano y los ojos encandilaos, contestó:

—Ajá, pero yo borracho soy “más sabio que cura joven con monaguillo nuevo”.


Eso desató una risotada que se oyó hasta en la esquina de los higuitos.


Kiko Toncel, gordo y gallero, no se quedó atrás:

—¡La limpieza buena sería la del baño del billar, que huele “más feo que trapo de pescao olvidao”!


Ahí fue cuando Taparito el político, que nunca perdía ocasión, levantó el dedo como en tarima:

—¡Yo propongo un plan comunitario de limpieza! Pero de deudores, porque aquí hay más pícaros que votos en elecciones.


La Gillette, que entraba con sus billetes de lotería, soltó la bomba con picardía:

—Si es pa’ limpiar, yo vendo el chance pa’ ver quién se gana la escoba… aunque más de uno prefiere que le pasen cepillo en otra parte.


El billar se vino abajo de la risa. Pero después del chiste, el ambiente se quedó raro, como cuando el viento sopla desde el Ranchería con olor a lluvia. Porque todos sabían que la palabra “limpieza” no era solo de escoba ni de baño… sino de otra cosa que ya rondaba por las calles de Fonseca y la Guajira, de la cual mejor era reírse pa’ no tener que hablar mucho.


Al final, entre trago, dominó y tamborazo, concluyeron que la única limpieza buena era la de machetear el monte pa’ el sancocho, o la de barrer la plaza pa’ carnaval. Porque la otra dejaba el pueblo “más tiznado que caldero de leña” y el corazón con un miedo callao que ni la risa lograba tapar.

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