Cuando Taparito Explicó la Casación en Casa de Efraín el de la Lata

 

hoyennoticia.com

Por: Wilson Rafael León Blanchar 



Aquella noche calurosa, en la carretera que va de Fonseca hacia Distracción, la casa de Efraín el de la Lata era un hervidero de risas, tabaco y cuentos. Efraín vive cerca de Elina Pérez y Víctor Peñaranda, y su patio, alumbrado con una bombilla amarillenta, es punto fijo de reunión para los viejos camaradas.


Allí estaban los de siempre: Chago Pérez, Jopo de Chivo, Víctor Ñoñi, Escupe Lejos, Toño el Loco y Canilla, dándole vueltas al mismo tema que ya había llenado los noticieros:

—¡Que el caso de Uribe va pa’ la Corte Suprema otra vez! —soltó Canilla, moviendo las manos como quien da un sermón en la plaza.


Fue entonces cuando Taparito,  conocedor de leyes por haber leído medio periódico, se levantó del taburete, se acomodó el sombrero y dijo con tono de maestro:

—Oigan bien, pa’ que después no digan que yo hablo por hablar. Si ese caso llega a casación, no es pa’ volver a juzgar a Uribe, ni pa’ discutir si es santo o demonio. ¡No señor! La casación es como cuando uno revisa si el sancocho se saló por error o si fue que alguien metió la cuchara sucia.


El grupo soltó la risa, y Efraín acompañó el momento con tres golpecitos en su vieja lata, como si marcara el compás de la explicación.


—Miren —siguió Taparito, abanicándose con la tapa de una olla—: la Corte Suprema no vuelve a mirar los hechos ni las pruebas. Lo que revisa es si los jueces aplicaron bien la ley y respetaron el debido proceso. Si hubo una metida de pata jurídica, ahí sí puede mandar a corregir.


Escupe Lejos, con su puntería legendaria, lanzó un escupitajo que cayó a metros de distancia y comentó:

—Entonces eso es como el VAR del fútbol: revisan si el gol fue limpio o con trampa.


—¡Exactamente, compa! —dijo Taparito, señalándolo con el abanico improvisado—. Si la Corte ve que todo se hizo bien, deja el fallo quieto. Pero si encuentra errores de ley, puede tumbar la decisión y ordenar otra sentencia.


Toño el Loco, que observaba una gallina que se había metido por la ventana, preguntó con su ingenuidad de siempre:

—Entonces eso no es pa’ decidir si Uribe es culpable o inocente, ¿verdad?


—No, Toño —respondió Taparito con paciencia—. La casación no es un nuevo juicio, es solo pa’ ver si el proceso se hizo como manda la ley. Es un control de legalidad, no una tercera instancia.


Jopo de Chivo, más pensativo que de costumbre, concluyó:

—Ah, ya entiendo. O sea, que si la Corte ve que todo se hizo bien,  el fallo del tribunal queda en firme.


—¡Así mismo es! —afirmó Taparito, levantando el dedo como quien dicta cátedra—. Si el proceso fue limpio, se saluda la justicia y se acepta el fallo. Porque, como decimos aquí, “el que tiene el agua al cuello no se salva soplando burbujas”.


Efraín, dándole tres golpes secos a la lata, cerró la conversación con la frase que arrancó carcajadas de todos:

—Entonces, compadres, a Uribe lo condenan cuando San Juan baje el dedo.


Las risas se extendieron por la carretera como una brisa caliente. Entre el eco metálico de la lata, los hombres entendieron —a su manera— que la justicia no siempre habla enredado; a veces, solo necesita que Taparito la traduzca al idioma del pueblo.

No hay comentarios.:

SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE

Con tecnología de Blogger.