La hora de La Guajira

Por Alberto Martínez.

Weildler Guerra Curvelo es antropólogo, tiene una maestría en la misma disciplina y cursa un doctorado en la Universidad de los Andes.
Weildler es guajiro. En su hoja de vida aparecen cuatro libros publicados y un centenar de artículos académicos y conferencias en el país y fuera de él.
La reseña agrega que fue director ejecutivo del Observatorio del Caribe, que dirigió el Informe Regional de Desarrollo Humano del Caribe y que es miembro del Consejo Nacional de Cultura.
Weildler no tiene tachas. No que se conozcan.
Su nombramiento como gobernador (e) del departamento confirmó la interpelación que los guajiros vienen haciendo al gobierno y a los medios nacionales: no todos los guajiros son corruptos. Mejor aún: en la región hay gente capaz de dirigir los destinos de esta.
Con esa misma ilusión, Cerrejón, Promigas y Fundesarrollo activaron a finales del año pasado una alianza por el porvenir guajiro. Paralelamente con la profunda crisis funciona, desde entonces, Guajira 360 grados.
Es cierto. Los últimos cinco mandatarios del departamento han sido destituidos de sus cargos. Algunos de ellos están en la cárcel por delitos relacionados con la administración pública o actividades personales de dudosa estirpe.
Pero la emergencia institucional no puede justificar la intervención centralista. Mucho menos la propuesta declaratoria de emergencia económica que algunos esgrimieron como opción para facilitar la asunción nacional del manejo departamental.
Actuar de tal manera implicaría declarar que La Guajira es un estado corrupto y políticamente fallido, y que todos los que habitan dentro de sus fronteras están corroídos por la ausencia de ética. Y eso no es cierto.
Que algunos dirigentes estén bajo la lupa del sistema judicial no pone en tela de juicio el liderazgo regional, sino el liderazgo de ciertos grupos políticos.
Lo que hay que hacer, entonces, es buscarlo en donde nunca se ha intentado, es decir, entre los propios ciudadanos para impulsar los sueños que –esos sí que no– jamás han estado en entredicho. 
El presidente de Cerrejón Roberto Junguito, los renovó en estos días en nombre de la alianza. Hay que pensar –dijo– en: una nueva economía regional que dependa menos de la actividad extractiva y se nutra de inversiones que lleguen a todos los sectores; en un modelo educativo que forme a las generaciones de guajiros que deberán activar el desarrollo turístico y las energías alternativas que, por ejemplo, tienen en el departamento los mayores potenciales; en proyectos creativos que resuelvan de manera sostenible la histórica escasez regional de agua; en un sistema de salud que, respetando las tradiciones culturales, se alce con los laureles de la vida que se escapa en los jagüeyes.
Y todo, desde adentro. Desde los buenos oficios de la gente buena que, como Wieldler, es mucho más de la que hoy está tras las rejas.

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