La casa de $ 2 mil millones que nadie quiere
La casa del barrio La Castellana de Monteria la ocupó Salvatore Mancuso y su esposa Martha Dereix en 1998. Ya en esa época Ralito, Palmira y Tierralta estaban libres de guerrilla. Sus años de motocrocista habían quedado atrás. Tampoco quedaban vestigios de las clases de Inglés que el “Mono”, como lo han llamado en familia y entre amigos en Monteria, había vivido en Pittsburg, Estados Unidos a donde los mandó don Luis Dereix a mediados de los noventa, cuando la guerra de las Farc arreciaba en Córdoba.
La riqueza acumulada se diversificó en varias fincas, que también abrieron a punta de hacha y una de éstas fue El Torno, donde nació Martha Dereix el 16 de febrero de 1964 y pasó sus primeros años hasta que su papá la llevó a la casa esquinera de Costa de Oro en donde conocería a Salvatore. Se casaron a los 18 años y Martha aceptó desde el principio el discreto rol que asumían las mujeres en una Córdoba donde el poder se lograba con el ganado o con los votos: la discreción alrededor de la casa y la crianza de los hijos, tres en el caso de la naciente familia: Jean Louis, Gianluigi y Jean Paul, pero la elegancia y la ostentación la desplegaban en las actividades sociales en el club de Tiro y posteriormente en el Campestre de Montería.
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Mancuso fue recibido en el Congreso en el 2004 convencido de que no pagaría cárcel. Listo a regresar a su casa en la Castellana en Montería |
En 1997 era ya un hombre vestido de camuflado a ciertas horas del dia y el más social de los cordobeses cuando tenía que hacerlo. Atendía junto a su esposa Martha Dereix desde su recién inaugurada casa de 700 metros en el barrio La Castellana. Pero el peso de las relaciones sociales la llevó siempre ella, sobre todo en las ausencias de Salvatore que empezaba a asumir tareas clandestinas lejos de casa.
La casa es el resumen de la vida de los Mancuso, en las buenas y las malas. Allí se destruyó el matrimonio y le cambió la vida a todos. Los vecinos alcanzaban a escuchar los gritos confundidos con el motor de las cuatrimotos con el que alguno de los tres hijos de la pareja exacerbaba los nervios de los vecinos que no se atrevían ni a comentar. Con Salvatore Mancuso nadie se metía porque además eran una especie de héroe que había sacado a plomo a la guerrilla de las fincas en las goteras de la ciudad. Tal era la admiración que bautizaron con su nombre un parque al frente de la gran casa. Pero todo esto forma parte de un pasado que Martha Dereix no quiere recordar porque de allí salió esposada por agentes del CTI el 30 de julio de 2014, rumbo a la cárcel para nunca más volver.
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Desde el 2014, cuando la casa en la Castellana fue allanada, nadie volvió a ocuparla |
La casa tuvo una oportunidad única de encontrar un nuevo destino. El 7 de marzo del 2015 el entonces presidente de la República Juan Manuel Santos le entregó las llaves del inmueble a Alba Durango Villadiego, rectora de la Universidad de Córdoba para que le dieran un buen uso. La institución educativa había llegado a estar controlada por el propio Mancuso quien quitaba y ponía rectores, manejaba los recursos de las matriculas a su antojo y fueron asesinados 16 maestros entre 1998 y 2005; además de los once que huyeron del país amenazados y los ocho estudiantes desaparecidos y sobrevivió, pero como una universidad satanizada.
La Universidad conservó la casa durante un año. Allí funcionó un centro de servicios destinado a la formación y capacitación con énfasis especial en las víctimas, además del archivo de memoria histórica la casa, pero los gastos de mantenimiento la ahogaron y obligaron a la rectora a devolverla en agosto del 2016.
La casa terminó habitada por familiares cercanos a testaferros de Mancuso pero hoy está abandonada y su verdadera dueña Martha Dereix no quiere saber nada de ésta. Por el momento ella quiere salvar su pellejo y por esto acudió a la JEP para aportar verdad y aclarar la relación de su exmarido con Emilse Lopez La Gata y conocer la verdadera dimensión de su fortuna. Ha preferido casi que el ostracismo personal, refugiada en un hotel en Montería, donde rumia su pasado y se prepara para decir la verdad y quitarse un pesado peso de encima.
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