La crisis del Covid en Brasil es una advertencia para el mundo

Brasil experimenta un número récord de muertes y la propagación de una variante del coronavirus más contagiosa que puede causar reinfecciones.


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Brasil se enfrenta a un pico de muertes por COVID-19 y a un sistema sanitario desbordado. Una variante más contagiosa del virus puede ser parte del problema. (Dado Galdieri/The New York Times)


RÍO DE JANEIRO — La COVID-19 ya ha dejado un rastro de muerte y desesperación en Brasil, uno de los peores del mundo. Ahora, cuando se cumple un año de la pandemia, el país está estableciendo otro doloroso récord.


Ningún otro país que haya experimentado un brote tan importante sigue lidiando con un número de muertos sin precedentes y con un sistema sanitario al borde del colapso. En cambio, muchos otros países duramente afectados están dando tímidos pasos hacia una apariencia de normalidad.


Sin embargo, Brasil lucha contra una variante más contagiosa que ha arrasado una gran ciudad y se extiende a otras, mientras los brasileños desestiman las medidas de precaución que podrían mantenerlos a salvo.


El martes, Brasil registró más de 1700 muertes por COVID-19, la cifra más alta en un solo día de la pandemia.


“El recrudecimiento de la epidemia en varios estados lleva al colapso de sus redes asistenciales públicas y privadas y al riesgo inminente de que se propague a todas las regiones de Brasil”, dijo el Consejo Nacional de Secretarios de Salud en un comunicado. “Lamentablemente, la baja cobertura de vacunación y la lentitud en la disponibilidad de las vacunas todavía no permiten que ese escenario pueda ser revertido a corto plazo”.


Y las noticias acaban de empeorar para Brasil, y posiblemente para el mundo.


Los estudios preliminares sugieren que la variante que arrasó la ciudad de Manaos no solo es más contagiosa, sino que también parece capaz de infectar a algunas personas que ya se han recuperado de otras versiones del virus. Y la variante ha traspasado las fronteras de Brasil, al aparecer en otras dos docenas de países y en pequeñas cantidades en Estados Unidos.


Aunque los ensayos de una serie de vacunas indican que pueden proteger contra la enfermedad grave incluso cuando no evitan la infección con la variante, la mayor parte del mundo no ha sido inoculada. Eso significa que incluso las personas que se han recuperado y se creían seguras podrían seguir en riesgo por ahora, y que los líderes mundiales podrían, una vez más, estar eliminando las restricciones demasiado pronto.


“Es necesario que las vacunas se interpongan en el camino de estas cosas”, dijo William Hanage, epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública T.H. Chan de Harvard, al hablar de las variantes que podrían causar reinfecciones. “La inmunidad que se obtiene con los cementerios abarrotados, ni siquiera eso será suficiente para protegerse”.


Ese peligro de las nuevas variantes no ha pasado desapercibido para los científicos de todo el mundo. Rochelle Walensky, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU., rogó esta semana a los estadounidenses que no bajaran la guardia. “Por favor, escúchenme claramente”, dijo. “A este nivel de casos con variantes que se extienden, nos arriesgamos a perder por completo el terreno que tanto nos ha costado ganar”.


Los brasileños esperaban haber pasado lo peor del brote el año pasado. Manaos, capital del estado de Amazonas, al norte, se vio tan afectada en abril y mayo que los científicos se preguntaron si la ciudad podría haber alcanzado la inmunidad de rebaño.


Pero en septiembre, los casos en el estado comenzaron a aumentar de nuevo, algo que dejó perplejos a los funcionarios de salud. Un intento del gobernador de Amazonas, Wilson Lima, de imponer una nueva cuarentena antes de las vacaciones de Navidad se encontró con una feroz resistencia por parte de empresarios y de destacados políticos cercanos al presidente Jair Bolsonaro.


En enero, los científicos descubrieron que una nueva variante, conocida como P.1, se había vuelto dominante en el estado. En pocas semanas, su peligro se hizo evidente cuando los hospitales de la ciudad se quedaron sin oxígeno en medio de una avalancha de pacientes, lo que llevó a decenas a morir asfixiados.


El doctor Antonio Souza sigue atormentado por las caras de horror de sus colegas y de los familiares de los pacientes cuando se hizo evidente que el suministro de oxígeno de su hospital de Manaos se había agotado. Piensa en la paciente que sedó, para evitarle una muerte agónica, cuando se agotó el oxígeno en otra clínica.


“Nadie debería tener que tomar nunca esa decisión”, dice. “Es demasiado terrible”.


Maria Glaudimar, enfermera en Manaos, dijo que a principios de este año se sentía atrapada en una pesadilla sin final a la vista. En el trabajo, los pacientes y sus familiares suplicaban oxígeno y todas las camas de cuidados intensivos estaban llenas. En casa, su hijo se contagió de tuberculosis tras contraer COVID-19 y su marido perdió diez kilos cuando luchaba contra el virus.


“Nadie estaba preparado para esto”, dijo Glaudimar. “Era una película de terror”.


Desde entonces, la crisis del coronavirus ha bajado un poco en el Amazonas, pero ha empeorado en la mayor parte de Brasil.


Los científicos se han esforzado por conocer mejor la variante y rastrear su propagación por el país. Pero los limitados recursos para realizar pruebas los han dejado rezagados al tratar de determinar qué papel está jugando.


Anderson Brito, virólogo brasileño de la Universidad de Yale, dijo que solo su laboratorio ha secuenciado casi la mitad de los genomas de coronavirus que tiene todo Brasil. Mientras que en Estados Unidos se ha realizado la secuenciación genética de aproximadamente uno de cada 200 casos confirmados, en Brasil se ha secuenciado uno de cada 3000.


La variante se extendió rápidamente. A finales de enero, un estudio realizado por investigadores del gobierno descubrió que estaba presente en el 91 por ciento de las muestras secuenciadas en el estado de Amazonas. A finales de febrero, las autoridades de salud habían notificado casos de la variante P.1 en 21 de los 26 estados brasileños, pero sin más pruebas es difícil calcular su prevalencia.


A lo largo de la pandemia, los investigadores han dicho que las reinfecciones de COVID-19 parecen ser extremadamente raras, lo que ha permitido a las personas que se recuperan suponer que tienen inmunidad, al menos por un tiempo. Pero eso fue antes de que apareciera la P.1 y los médicos y enfermeros empezaran a notar algo extraño.


João Alho, médico de Santarém, una ciudad de Pará, dijo que varios colegas que se habían recuperado de la COVID-19 hace meses volvieron a enfermar y dieron positivo.


Juliana Cunha, una enfermera de Río de Janeiro que ha estado trabajando en los centros de pruebas de COVID-19, dijo que asumió que estaba a salvo después de contraer el virus el pasado mes de junio. Pero en noviembre, tras experimentar síntomas leves, volvió a dar positivo.

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