'Se fue' el maestro Fernando Botero

 

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El artista había sido hospitalizado en los últimos días por una pulmonía que se le había agravado. Antes de este episodio había estado pintando con normalidad en el estudio de su residencia en Mónaco.


Botero, nacido en Medellín, era pintor, escultor y dibujante, reconocido mayormente por sus obras ubicadas en el parque Berrío de la ciudad de la eterna primavera, llamadas “Las Gordas de Botero”

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El estilo llamado “Boterismo” fue uno de los puntos importantes que catapultó la carrera del maestro Botero, tanto a nivel local como internacional. Sin embargo, en los últimos años comenzó a pintar los llamados “volumenes, pero no gordos”, que eran plasmados por medio de acuarelas.


Un poco de la vida del maestro Fernando Botero


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El 19 de abril de 1932 llego Botero al mundo, siendo el segundo de los tres hijos del matrimonio de David Botero Mejía y Flora Ángulo Jaramillo, Botero saltó a la fama internacional en 1962, cuando realizó su primera exposición en el Milwaukee Art Center en Wisconsin, Estados Unidos, la cual recibió críticas positivas.


Desde entonces, las obras de Botero no pararon. Ya en la década de los 80 sus pinturas y esculturas se saldrían de las higiénicas salas de exposición para morder el polvo de la calle. No llegaba tanto por sus valores plásticos (nadie hablaba de ellos), sino por ese halo de triunfo que arrastraba aquel invitado habitual a las subastas millonarias internacionales y a las fiestas del jet-set.


En su paso por las grandes capitales del arte como París, Nueva York, Milán y Colombia, sus habilidades para el dibujo lo llevaron a desarrollar una paleta cromática con sello personal y una plasticidad que es fácilmente reconocible alrededor del mundo gracias a sus figuras de proporciones exageradas.


La ciudad quería “lugares de talla mundial” y la franquicia Botero parecía ser la vía más expedita para lograrlo. Por eso, a lo largo de casi 75 años de carrera artística y últimamente lo hacía desde su residencia en la localidad de Montecarlo, Mónaco, donde se dedicó a las acuarelas, su más reciente pasión.


Después de estos ires y venires, se tiene hoy a una Medellín permeada por la estética de Botero, uno de los artistas latinoamericanos de mayor reconocimiento mundial, quien se ha ganado este lugar por sus méritos plásticos, y también por un hábil marketing.


Un maestro generoso con la ciudad con quien la ciudad también ha sido extremadamente generosa. Unas obras que tienen poco que ver con el lugar donde se han emplazado, pero que, paradójicamente, han sido apropiadas de manera irreverente, visceral y en contra vía por el público.


Según las declaraciones de la hija de Fernando Botero, Lina Botero, a la FM, su padre “murió como él quería”, con un pincel en la mano y haciendo arte, que es lo que ha hecho durante toda su vida.


“Hasta hace cuatro días estuvo trabajando, pintando sus acuarelas en su estudio. Él murió como él quería y como siempre dijo, con un pincel en la mano, haciendo lo que más le gustaba, pintar. Haciendo lo que hizo de la mejor manera durante toda su vida”, afirmó entre lágrimas, Lina Botero.

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