La relatividad del ron!

 

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Por: Wilson Rafael León Blanchar.


En la plaza del pueblo de Fonseca, bajo la sombra de un Samán frondoso, un grupo de amigos discutía acaloradamente sobre el universo. Enrique Marulanda, con su eterno cigarro en la boca, lanzaba sentencias como un filósofo de cantina.


—¡Les digo que todo es una mentirita bien contada! —exclamó, moviendo las manos como un predicador—. La ciencia no es más que un montón de inventos para que los doctores se hagan famosos.


—¿Cómo así? —preguntó Víctor Ñoñi, rascándose la cabeza—. ¿Y la gravedad? ¿Acaso no nos mantiene pegados al suelo?


—Eso es porque no han probado a salir volando —interrumpió Choncha, con su risa burlona—. Yo digo que si uno se esfuerza lo suficiente, despega. ¡Miren a los astronautas!


Chago Pérez, siempre escéptico, frunció el ceño.


—No jodan, pero entonces, ¿Qué me dicen de la relatividad? Einstein tenía que tener razón.


—¿Einstein? —intervino La Gillette, afilando su navaja contra una piedra—. ¿Ese no era el tipo de los pelos locos?


—¡Ese mismo! —dijo Changa—. Él dijo que el tiempo no es igual en todas partes. Que si uno se monta en un cohete y se va por ahí rápido, cuando vuelve han pasado años para los demás, pero no para uno.


Guillermo El Oso, que hasta ahora solo mascaba un pedazo de caña, levantó la ceja.


—Si eso fuera verdad, Jolón ya estuviera joven de nuevo. Con la velocidad con la que toma ron, el tiempo le debería ir más lento.


Todos estallaron en carcajadas mientras Jolón, ofendido, levantaba su totuma.


—¡Respete, carajo! Lo que pasa es que yo domino el tiempo. Pa’ mí la noche dura lo que dure este trago. Y la mañana, lo que tarde en sanar la resaca.


Justo en ese momento, llegó La Yeya, meneando las caderas y con su risa escandalosa.


—¿Y ahora en qué andan ustedes, hablando de cosas que no entienden? ¡El único tiempo que importa es el de la fiesta, y eso lo manejo yo!


William 'La Estrella' entró en la conversación, sacudiéndose el polvo de la camisa.


—Eso es verdad, Yeya. Pa’ qué preocuparse por relatividades si lo que es seguro es que cuando uno está en la parranda, el reloj vuela, y cuando está en la tusa, los minutos parecen años.


Efraín 'El de la lata', que había estado callado, golpeó su lata contra la mesa y comenzó a improvisar:


—Si la ciencia es puro cuento, y el tiempo nos juega rudo, mejor bebamos contentos, que el futuro es un embuste mudo.


—¡Bien dicho! —gritó Choncha, brindando con un totumazo de ron—. ¡Aquí el único principio universal es que el ron no se calienta, se bebe!


Entre versos, carcajadas y tragos compartidos, la ciencia pasó a un segundo plano y la parranda tomó el protagonismo. Porque al final, en ese rincón del mundo, la única verdad absoluta era que la vida se disfrutaba con amigos y un buen trago en la mano.

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