Amores eternos
Por: Wilson Rafael León Blanchar.
Se fue ella primero,
con la brisa susurrando su nombre,
y él, en la sombra del tiempo,
quedó esperando su turno.
Sus ojos la buscaban en el aire,
en el susurro de la tarde,
pero el olvido la llevó lejos,
donde ni su amor la alcanzaba.
Las noches eran largas y frías,
su lecho un páramo sin luna,
el silencio un manto pesado
que cubría su espera infinita.
Cada paso era una batalla,
su cuerpo un naufragio de años,
a veces la vida lo vencía,
y en el suelo quedaba su pena.
"Luche, que no se le vaya la vida por culpa suya",
le decía aquella voz querida,
pero un día, con ojos cansados,
susurró sereno:
"Ahora soy yo quien quiere emprender el viaje".
Y el viento, cómplice del destino,
le concedió su último deseo.
Se fundieron sus almas en el infinito,
y en el más allá, volvieron a amarse.
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