Rumba, el cigarrillo mas barato y contrabandeado en Colombia ¿De donde viene?
Son hechos en una fábrica paraguaya fundada por un expresidente y la policía no logra atajarlos; junto con otras marcas hacen que la Dian no recaude $1 billón al año
Por: Mauricio Cárdenas | marzo 31, 2025
En Maicao, La Guajira, la frontera es un invento. No hay líneas, no hay barreras, no hay controles. O, mejor dicho, sí los hay, pero están ahí para ser ignorados. En esas calles polvorientas donde el sol pega como plomo derretido, hay un rey sin corona que circula de mano en mano, en bolsillos rotos y cajas desgastadas: los cigarrillos Rumba.
El fenómeno de los cigarrillos de contrabando no es nuevo, pero en los últimos años ha tomado dimensiones alarmantes. Según datos de la Federación Nacional de Departamentos (FND), en 2024, 36 de cada 100 cigarrillos consumidos en el país fueron de contrabando y con ello la DIAN dejó de recaudar 1 billón de pesos al año, ya que su impuesto es de más del 50%.
Rumba es la marca más popular en la costa y en los pueblos. Logra vender la cajetilla en menos de 4 mil pesos. Llegan de muy lejos. Los fabrican en el lejano Paraguay, al sur del continente, un país pequeño que ha logrado exportar una cantidad desproporcionada de cigarrillos en relación con su consumo local. Ahí, en las entrañas de la tabacalera Tabesa (Tabacalera del Este S.A.), se fabrican millones y millones de estos cilindros de nicotina y alquitrán que terminarán en los estantes de tiendas improvisadas en Bogotá, Medellín, pero principalmente en la Costa Caribe y en Arauca, frontera con Venezuela, por donde hacen su ilegal ingreso a Colombia.
Aunque la policía fiscal y aduanera intenta frenar el ingreso de contrabando al país, las mafias encuentran los caminos para lograr su cometido.
La empresa fue creada en 1994 por el expresidente de Paraguay Horacio Cartes —a quien conocen en su país como magnate del tabaco— y sus socios José Ángel Ávalos, Marcelino Zárate Riquelme, Pedro Knight y César Cabral. Aunque en una extraña movida en 2023 la misma empresa compró todas las acciones de Cartes y su grupo empresarial, al expresidente lo siguen vinculando con la tabacalera más importante de Paraguay. El negocio de Tabesa no está dentro de las fronteras paraguayas, sino por fuera y principalmente, según algunas investigaciones periodísticas, estaría ligado el contrabando que inunda América Latina.
Los cigarrillos Rumba llegan a Colombia por un camino de sombras. Salen de Paraguay como si fueran fantasmas, sin dejar rastro en los registros oficiales. Luego, atraviesan Brasil, donde la corrupción, sumada a la vasta geografía amazónica ofrecen rutas clandestinas. Desde ahí, cruzan Venezuela, tierra fértil para el comercio informal. Y finalmente, llegan a Arauca y a Maicao, el pueblo guajiro donde cualquier cosa puede venderse y comprarse sin demasiadas preguntas. En el corazón de la Guajira es donde los paquetes se descargan en bodegas improvisadas, y empieza su camino para ser distribuidos a las grandes ciudades.
Las cifras oficiales de Tabesa no hablan de exportación. Esa parte la hace una heredera del negocio llamada Veneto S.A, adquirida en 2015 por el grupo Cartes, liderada en ese entonces por el expresidente Horacio Cartes, quien en 2022 fue sancionado por la Oficina de Control de Activos Extranjeros de Estados Unidos por hechos de corrupción.
Los cigarrillos Rumba llegan por grandes cantidades a las distribuidoras que pueden comprar por montones de cajas y de allí empiezan a surtir las pequeñas tiendas de barrio, que son los templos de la economía popular donde los cigarrillos paraguayos se venden sin vergüenza. Son baratos, cada cajetilla se vende por la mitad del precio de una marca legal. Un Marlboro o un Lucky Strike pueden costar hasta 10.000 pesos, mientras que un Rumba se consigue por unos 4.000 o hasta menos.
El 36% de los cigarrillos que ingresan al país son de contrabando, esta alta cifra representa que se dejen de recibir por impuestos alrededor de 1 billón de pesos.
El negocio es redondo. Para los contrabandistas, según las autoridades, el margen de ganancia supera el 80%. Para las bandas criminales que controlan las rutas y la distribución, es una fuente de ingresos segura. Para los tenderos es una manera de atraer clientes y aumentar las ventas. Y para los fumadores, es una opción accesible en un país donde los impuestos han convertido al cigarrillo legal en un lujo. El dinero que dejan estos cigarrillos y el contrabando en sí mismo mueve redes de narcotráfico, financia grupos armados, paga sobornos y engrasa la maquinaria de la ilegalidad que viene aceitada desde varias partes del mundo.
No son solo cigarrillos. Son el símbolo del mercado negro que respira y camina a la vista de todos. Son, según la FND, los Rumba son los más contrabandeados de Colombia. Del 100% del contrabando de cigarrillos que entra al país, la marca Rumba representa el 13.4%. Le siguen las marcas Carnival con 3.5%, Real (1.8%), Milton (1.5), Marshal (1.4%) y otras tantas cifras que muestran que, en el país, los contrabandistas encuentran los caminos para poner los productos ‘ilegales’ en las manos del consumidor.
El Estado colombiano ha intentado ponerle freno al contrabando con operativos esporádicos. Cerca de las fronteras se han decomisado algunos miles de cajetillas, que terminan exhibidas ante la prensa. Pero el negocio sigue ahí. Con impuestos altísimos y márgenes de ganancia reducidos, las tabacaleras legales alegan que no pueden competir con el mercado ilegal. Y es el fumador en la calle quien al final compra lo que su bolsillo le permite.
Mientras tanto, en Maicao, los camiones siguen llegando. Las cajas de Rumba siguen descargándose en la penumbra de la madrugada. Y en cada esquina del país, alguien enciende un cigarrillo sin saber —o sin querer saber— que en su boca no solo hay nicotina, sino también el rastro de una historia de corrupción, fronteras difusas y millonarias economías paralelas.
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