Respuesta de Gustavo Petro a Efraín Cepeda

 El siguiente es el comunicado del presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, en respuesta al presidente del Senado, Efraín Cepeda Sarabia:


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Trabaje y deje de quejarse. He recibido con asombro la carta del senador Efraín Cepeda Sarabia, en la que se declara amenazado por mis declaraciones respecto a los sectores del Congreso que bloquean sistemáticamente las reformas sociales. No me dirijo solo a usted, senador Cepeda, sino al país entero. Lo que está en juego no es una disputa personal, sino el alma política de Colombia.


Resulta curioso que usted, quien ha ocupado la curul durante más de tres décadas sin haber presentado un solo proyecto de ley con un impacto real para la nación —sobre todo en lo social— ni ha liderado en este tiempo un debate legislativo memorable, se sienta hoy atacado simplemente porque desde la Presidencia se diga lo evidente: hay congresistas que se oponen al cambio, y usted es uno de ellos, aunque le incomode escucharlo.


Usted representa a cabalidad la pereza, la inmovilidad y la ineficiencia legislativa. Y, como usted, buena parte de los mal llamados padres de la patria. Le pregunto: ¿qué patria representa usted y su otrora glorioso Partido Conservador?


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Efraín Cepeda, presidente del Senado. Gustavo Petro U. Presidente de Colombia.


Su trayectoria política encarna el comportamiento de una élite que se acostumbró a vivir del Estado sin devolverle nada a cambio a la nación, especialmente a la juventud, a la clase obrera, a los campesinos y, menos aún, a los más vulnerables, a quienes las políticas que usted representa han abandonado sistemáticamente. Sus actuaciones han estado al servicio del gran capital que financia su permanencia en el poder.


Todos lo recuerdan. En 1998 usted perdió su curul como senador. Solo la recuperó gracias a prácticas que aún se comentan en voz baja en el municipio de Soledad (Atlántico) y en la zona del sur de Bolívar, zonas cercanas a la manipulación electoral más que al respaldo ciudadano.


Desde entonces, su verdadero oficio ha sido colocar registradores, asegurar cuotas burocráticas y blindar intereses. Nunca representar al pueblo.


Le recuerdo también que le arrebató la curul al doctor Enrique Parejo González, un hombre que arriesgó su vida luchando contra el narcotráfico. ¿Lo recuerda? Yo sí lo recuerdo.


Su partido, senador, alguna vez tuvo una doctrina sectaria, clerical y promotora de violencia desde los púlpitos, como lo hizo Laureano Gómez. Pero al menos tenía ideas. Hoy no tiene otra motivación que los contratos. Donde antes hablaban de orden y familia, hoy solo murmullan en pasillos exigiendo cargos, consorcios y favores. Como cuando usted vino a solicitarme la designación de Roger Carrillo en Coljuegos, pese a sus cuestionamientos judiciales. Reconozco que fue un error de mi parte, como también lo fue confiar en su contertulio Álvaro Leyva Durán.


El conservatismo que usted representa ha sido históricamente un muro contra la modernización social. Se opuso a la educación gratuita, al divorcio, a los derechos laborales, a la salud como derecho. Hoy se opone a la reforma pensional, a que los jóvenes estudien sin endeudarse, a que los trabajadores tengan dignidad. Eso es lo que usted llama estabilidad institucional.


Habla de amenazas, pero olvida que su partido ha amenazado por décadas el progreso nacional. Lo ha hecho desde la burocracia, desde los pactos con el gran capital, desde la captura de entidades públicas. ¿Qué sería del conservatismo sin las notarías, los contratos de salud, los cargos en la SAE o en la Superintendencia de Industria y Comercio, para solo citar algunos ejemplos?


¿Y de qué amenaza habla usted cuando guardó silencio ante la toma paramilitar de Barranquilla y el Atlántico? ¿Cayó por miedo o por conveniencia? Le pregunto directamente: ¿recibió usted a paramilitares en su oficina en Barranquilla? Porque, hasta donde tengo conocimiento, sí lo hizo.


Se escandaliza cuando se les dice la verdad: que sin burocracia no son nada, que sin contrato no hay bancada, que sin maquinaria no representan a nadie, salvo a sus financiadores. ¿Eso es democracia?


Además, senador, hay algo que usted y su partido no han podido aceptar: esta ya no es la Colombia de sacristía, de misa de cinco, ni de apellidos ilustres. El país ha cambiado y va a seguir cambiando gracias a una nueva juventud que ya no teme a la diversidad ni se deja engañar por quienes pregonan moral en público mientras en privado conviven con profundas contradicciones éticas.


Y sí, es hora de decirlo con sutileza, pero también con claridad: el conservatismo escondido detrás de su fachada tradicionalista mantiene relaciones, negocios y conductas que nunca se ha atrevido a reconocer con dignidad. No hablo solo de la vida íntima de sus miembros, sino de sus vínculos con personajes oscuros y pactos silenciosos.


Le recuerdo que muchos colombianos aún se preguntan por la cercanía de su amigo Andrés Pastrana con Jeffrey Epstein, aquel siniestro personaje de la “isla de la fantasía”. Y no lo digo yo: lo dicen las preguntas que aún no se responden sobre su amigo Pastrana y su cercanía con el magnate que corrompió a media élite global, el señor Epstein.


¿Dónde estaba su voz cuando se entregaron contratos inútiles a Telinat bajo la dirección de un familiar suyo en el gobierno de Pastrana, sin que se ejecutara una sola obra significativa? ¿Dónde estaban usted y su bancada cuando se vendió el país a intereses privados y se hipotecó el futuro de generaciones enteras?


El Partido Conservador es una cofradía de privilegio. No representa regiones ni excluidos. Sobrevive gracias al dinero de las grandes empresas que necesitan un Congreso obediente y servil. Y usted, senador, ha sido uno de sus más leales administradores.


No vine yo a la Presidencia para callar verdades ni para complacer al Senado. Estoy aquí para cumplirle al pueblo colombiano. La democracia no se limita a acuerdos entre políticos: es un pacto con la sociedad. Y a esa sociedad es a la que yo le respondo, la que estuvo presente el primero de mayo en diferentes plazas de Colombia.


Así que no, senador Cepeda. No le he amenazado. He dicho la verdad. Y en política, cuando la verdad incomoda, es porque toca los nervios del poder. Esa es mi obligación: no temerle a lo que debe cambiarse.


No temo el conflicto si este sirve para que la política deje de ser el negocio de unos pocos y se convierta en herramienta de dignidad para todos. Y si para lograr una Colombia más justa hay que incomodar a los privilegiados, bienvenido sea el ruido.


Como dijo Gramsci: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer, y en ese claro oscuro surgen los monstruos”. Y todo parece indicar que usted es uno de ellos.


Yo no vine a pactar con esos monstruos. Vine a empujar el nacimiento del nuevo mundo que el pueblo colombiano exige y merece.


Como dijo la filósofa alemana Hannah Arendt: “La mayor forma de poder es la capacidad de actuar en conjunto”. Así que, mientras ustedes pactan para sostener privilegios, yo convoco al pueblo a actuar en conjunto, porque ahí reside el verdadero poder: en una ciudadanía despierta que ya no tolera su hipocresía.

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