"El Discurso de la Llanera y la Respuesta del Patio"
Una conversación entre Ñoñi y Changa en el barrio El Carmen de Fonseca
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Por: Wilson Rafael León Blanchar
No sé si habrás escuchado el alboroto que se armó el otro día en el patio de Ñoñi, allá en El Carmen, donde a veces se arman más debates que en el mismísimo Congreso. Resulta que Changa, con su radio de pilas y su pañuelo blanco en la cabeza, llegó al mediodía pegando gritos:
—¡Ñoñi! ¡Prendé el televisor, que esa representante llanera le dió duro a Petro!
Ñoñi, que estaba encaramado en la mata de tamarindo cazando una iguana, se bajó con la agilidad de un gato viejo y se sentó en su taburete de siempre.
—¿Qué dijo esa señora ahora, Changa? —preguntó, mientras se sacudía el polvo.
—Le dijo de todo, ñero: que estaba dividiendo al país, que tenía delirios de persecución, que no hacía sino quejarse... que si los militares, que si los ricos, que si los medios. ¡Y le dio con todo delante de la plenaria!
Ñoñi se rascó la cabeza.
—Mira, Changa, sabés que uno aquí en Fonseca no tiene tiempo pa' estar viendo tanta política, pero lo que sí te digo es que a Petro no hay que juzgarlo con odio. Ese hombre al menos ha tenido la valentía de hablar de cosas que nadie quería tocar: la tierra, la desigualdad, la paz total, el poder de los grandes. ¿Eso le molesta a los poderosos? ¡Pues claro! Si les quitás la tajada, chillan como puerco amarrao.
Changa se rió, mostrando todos los dientes:
—Ñoñi, ¿y creés que esa representante hablaba por el pueblo?
—¡No! Esa hablaba era desde la rabia, desde el miedo. Porque sabés qué pasa, Changa... que cuando un presidente toca los intereses de los que siempre han mandado, entonces lo pintan de dictador. Pero cuando los otros se robaban el país en silencio, eran "estadistas".
El silencio se coló entre los dos, hasta que el sonido de una olla reventando la presión en la cocina los hizo parpadear.
Ñoñi agregó:
—Esa señora tiene derecho a hablar, claro, eso es democracia. Pero yo también tengo derecho a pensar que se le fue la mano. Porque si algo necesita este país no es más gritos, sino razones. Y Petro, con sus errores, al menos está intentando algo distinto.
Changa asintió con la cabeza, como quien mastica una verdad amarga.
—Ñoñi, hablás claro. Por eso es que aquí, en este patio de El Carmen, se aprende más que en cien discursos.
Y se quedaron ahí, tomando café con panela y viendo cómo el sol se tragaba las últimas sombras de la tarde, mientras el país seguía su marcha con el ruido de muchas voces, algunas con odio, otras con esperanza… pero siempre, siempre en disputa.
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