La cooperativa de los compadres
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Por: Wilson Rafael León Blanchar
En Fonseca, donde el sol pega con ganas y el viento a veces parece tener nombre propio, se corrió la voz de que en España las familias del campo se estaban organizando en unas cosas llamadas cooperativas y que eso les estaba dejando “plata de verdad”.
—¡Ajá, compa Enrique! —le dijo Changa, acomodándose el pañuelo blanco en la frente—. Si allá en Europa juntan gallinas, vacas y tomates, ¿por qué aquí no hacemos lo mismo con yuca, queso costeño y cabros?
Enrique Marulanda, que hablaba de por sí como si estuviera contando un chiste, le respondió:
—¡Hombre, Changa! Eso allá es con frío y campos verdes… Aquí, el que aguanta el calor del mediodía para vender dos libras de queso en la plaza, ese sí es un mártir del comercio.
La idea prendió como fósforo. Se fueron sumando personajes: Yaya la del “Cachaco Negro” dijo que pondría sus dulces de coco; Efraín “el de la Lata” ofreció encargarse de la música en la inauguración de la “Cooperativa Agroganadera y Turística de Fonseca”. Hasta Toño el Loco, que solo vendía guaireñas hechas con llantas, dijo que podía hacer “sandalias cooperativas” para los visitantes.
El día de la primera reunión oficial, todos llegaron a la casa de Don Patricio Iguarán con sus aportes. Pero aquí fue donde la cosa se puso seria… y graciosa. Changa apareció con un chivo amarrado, diciendo que era para “atraer turistas”. Yaya llegó con una olla de dulce hirviendo que se regó en la mesa, dejando a todos con las manos pegajosas. Efraín, por su parte, empezó a tocar la lata con tanto entusiasmo que el chivo se soltó y se metió al gallinero de Don Patricio, armando una corrida que ni en las fiestas patronales.
En medio del desorden, Enrique levantó la voz:
—¡Comadres y compadres! Si seguimos así, vamos a exportar es cuentos y no productos.
Pero al final, entre risas, dulce de coco y gallinas asustadas, se pusieron de acuerdo: la cooperativa comenzaría con venta directa en el mercado los sábados, cada quien aportando lo suyo, pero con un letrero bien grande: “De Fonseca pa’l mundo”.
Y así, entre inventos y ocurrencias, nació la primera “cooperativa fonsequera”, que no se sabe si llegó a vender mucho… pero de que dio de qué hablar, dio.
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