Una deuda histórica con La Guajira: los países que explotaron sus recursos deben ayudar a restaurarla

 

hoyennoticia.com


Por: Wilson Rafael León Blanchar


Durante más de tres siglos, el puerto de Riohacha fue la puerta de entrada de familias y capitales provenientes de España, Francia, Italia, Portugal, Países Bajos, Alemania y del Levante (Líbano, Siria y Palestina). Con ellos llegaron apellidos, oficios y redes comerciales que transformaron la vida económica y cultural de La Guajira.


Pero esa historia de prosperidad tuvo un costo oculto: la explotación intensiva de los recursos naturales. Perlas, dividivi, palo de Brasil, ébano, sal, carbón, cueros, algodón y tabaco salieron en grandes cantidades hacia Europa y el Caribe, dejando tras de sí un ecosistema frágil cada vez más degradado.


Huellas de la explotación


La pesca de perlas llevó al colapso de los bancos naturales en el siglo XVIII.


La tala del dividivi redujo drásticamente los bosques que daban sombra y vida al desierto.


El palo de Brasil, buscado por el tinte rojo que teñía textiles europeos, fue talado hasta casi desaparecer.


El ébano, joya de la ebanistería, fue arrancado del bosque seco tropical sin control.


A esto se sumaron la ganadería extensiva y la agricultura comercial, que ampliaron la frontera deforestada y erosionaron los suelos.


Todo ello bajo la lógica mercantil de redes extranjeras que, si bien aportaron al desarrollo económico, también dejaron un daño ambiental que aún pesa sobre las comunidades guajiras.


Una propuesta de justicia ambiental


Hoy, cuando el mundo discute sobre cambio climático y reparación histórica, La Guajira tiene un argumento legítimo: quienes se beneficiaron de sus recursos deben contribuir a restaurarlos.


La propuesta es clara:


Reforestación con especies nativas —dividivi, palo de Brasil, ébano, trupillo, guayacán— para recuperar el bosque seco tropical.


Restauración costera y marina, protegiendo manglares y praderas marinas.


Apoyo a comunidades locales para desarrollar sistemas agroforestales sostenibles.


Educación y transferencia tecnológica con universidades y centros de investigación.


Fondos internacionales de compensación que canalicen recursos hacia los programas ejecutados por el Estado colombiano y las comunidades de La Guajira.


Convertir la memoria en acción


La historia de Riohacha y de La Guajira no puede contarse solo desde los apellidos y el comercio. Es necesario reconocer la otra cara: el deterioro de un territorio frágil y diverso. Por eso, los países de donde vinieron esas migraciones tienen hoy la oportunidad de devolver parte de lo que se llevaron, apoyando la restauración de la riqueza forestal y marina.


El palo de Brasil y el ébano, símbolos de la riqueza natural perdida, deben volver a crecer en estas tierras como emblemas de reparación y de futuro.


De esta forma, la memoria se convierte en acción y la deuda ambiental en una oportunidad de justicia y sostenibilidad para las generaciones venideras de La Guajira.

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