Los reiterados y recurrentes
escándalos que a diario protagonizan los altos funcionarios del Estado
Colombiano, tienen descuadernada la Constitución, la credibilidad institucional
y la seguridad jurídica. La autonomía e independencia de las ramas del poder público,
atribuible a John Locke en su obra Ensayo sobre el gobierno civil
(1690), retomada por Montesquieu en El espíritu de las leyes
y la de los organismos de control a los que se refiere la Constitución Política
de 1991, cada día están en entredicho por las acciones de quienes no solo
tienen la responsabilidad de cumplirla sino de respetarla, acatarla y a través de sus decisiones hacerlas cumplir.
Así opera el Estado de Derecho.
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