Una pastora le predica a los carros en Bogotá


 

BogotáBajo una llovizna de gotas pesadas que resuenan como piedritas al pegar contra el pavimento, 386 personas, encerradas en 102 carros, oyen la palabra de su dios a través de la pastora Ángela Sánchez. Desde la puerta del inmenso parqueadero, que se abrió a las 4:02 de la tarde, la líder religiosa ni tan siquiera se distingue. Se ve diminuta en la mitad de la gran tarima que está levantada en el costado occidental del lugar, al otro lado del gigante portón negro.

La pastora no sabe a quiénes ni a cuántos les habla. Pareciera que se dirige a la centena de carros que hoy sábado entraron al auto-culto en una de las viejas bodegas que le pertenecía a la cervecera Bavaria, un lote de 19.590 metros cuadrados, ubicado en la carrera 30 con calle 26B y cercado por cuatro inmensas paredes, que su actual dueña, la poderosa iglesia cristiana Misión Carismática Internacional, MCI, fundada por el pastor César Castellanos, utiliza como parqueadero.

Los feligreses oyen a los pastores de la tarde desde sus carros bien ordenados uno tras otro y uno al lado del otro, a través de la emisora 102.3 fm. La única interacción entre líder y fieles es el sonar de los pitos, que, aunque se les pide no sonarlos, braman cuando la palabra de la religiosa inspira o mueve las fibras de algunos de los presentes, a quienes los demás siguen como si fuese una alabanza cantada por las trompetas de los autos.




Es el tercer fin de semana que la iglesia realiza culto después de más de seis meses de cuarentena que obligó a que los eventos masivos se cancelaran. Esta es la onceava reunión en carro que realiza la MCI en el viejo lote de Bavaria que compraron hace unos 10 años con la intención de levantar allí otro gran centro de reuniones, proyecto que se detuvo porque desde la alcaldía mayor se ha venido estructurando planes urbanísticos para este sector de la ciudad, que obligaría trasladar la iglesia de los Castellanos de allí, así como a las demás empresas del lugar, porque todo podría ser derrumbado.

En Bogotá la MCI, fundada hace más 35 años por Castellanos y su esposa, la actual senadora Claudia Rodríguez, una de las parejas con más poder del país, les ganó a todas en la apertura. Fue la primera en hacerlo luego de que la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, dijera, a finales de agosto, que los eventos religiosos, así como algunos artísticos, podrían realizarse a partir de septiembre, siempre y cuando se llevaran a cabo en espacio abierto.

Al día siguiente la iglesia entregó en la alcaldía local de Puente Aranda una carpeta de 140 hojas con sus protocolos y planes para realizar el auto-culto. Esta alcaldía dio el aval para que los casi 100.000 feligreses afiliados a la iglesia de Castellanos en Bogotá pudieran congregarse, aunque no podrían hacer en el auditorio mayor, conocido como el centro de convenciones G12, una gigante edificación esquinera de color gris plata, de 10.740 metros cuadrados levantada en la carrera 30 con avenida de Las Américas, al que le caben nueve mil personas cómodamente sentadas y que comercialmente -en 2014- costaba $28.500 millones.




Pero la condición del entorno no era problema para una iglesia que hasta recibe sus diezmos y ofrendas con datáfono. Una década atrás le habían comprado el gigante lote a la cervecera, que según estudios de planeación de un par de años atrás estaba valuado en $35.176 millones.

La puesta en marcha del auto-culto que realizó la iglesia pentecostal en este costosísimo lote fue un éxito. Todo lo tenían milimétricamente planeado. La llegada de los carros, la toma de temperatura, la apertura y cierre de la puerta de acceso, la formación de los vehículos y el tiempo de duración exacto de las jornadas religiosas así como la evacuación de los grupos, para que al salir el último de estos tuvieran entre 5 y 10 minutos para la organización del siguiente grupo de carros.

Los fieles que están en el lugar, que comparados con una jornada sin pandemia son pocos, porque a un culto en el gran salón de convenciones por lo general asisten unas 5000 personas, se ven felices. Ver en persona, así sea a la distancia, a su líder religioso después de tanto tiempo, los hace sentirse llenos y acompañados. Es una necesidad que en este sábado están llenando y que con la normalización irán trasladando al gran salón de a poco.

Esta es una de las  iglesias cristianas más grandes de Colombia, que de la mano de la política y de una buena estrategia de sumar fieles sigue y sigue creciendo. Según su página web en Colombia y alrededor del mundo tiene 149 sedes.

Las fuerzas políticas y económicas de los Castellanos, quienes también tienen una hija en el Concejo de Bogotá, Sara, que fue cabeza de lista del partido Liberal, no son de ahora, vienen de hace 30 años de la mano con el crecimiento de su iglesia en número de congregados, que se ha logrado con eficacia gracias a la estrategia implementada por César Castellanos de ganar fieles tipo pirámide. Cada congregado debe llamar a la iglesia a 12 personas más, en referencia a los 12 apóstoles que siguieron los pasos de Jesús, lo que les da el nombre de G12.


Los cultos en el centro de convenciones G12, en tiempos anteriores a la pandemia, superaban las 5000 personas. Foto: MCI/Facebook.



La MCI tiene actualmente en Colombia unos 200 mil congregados, número que en la política es gran poder representado en votos. Los Castellanos saben lo que tienen y lo han usado en favor de sus intereses políticos y de otros partidos que los han buscado por ese poder. César, un boyacense nacido en Sutamarchán, fue representante a la Cámara en 1998. Pero a quien más le gusta la política es a su esposa, la abogada Emma Claudia Rodríguez, quien en 1991 fue la primera mujer cristiana en llegar al Senado, silla que repitió en 2006 con el aval de Cambio Radical, del que luego se separó para unirse al Centro Democrático.

La fuerza electoral de la iglesia se la pusieron en bandeja al expresidente Uribe para sacar adelante el NO al plebiscito que buscaba refrendar los acuerdos de paz firmados con las Farc. Pero esa relación no duró mucho. De Uribe desligaron por desacuerdos en la conformación de las listas al Congreso del Centro Democrático para las elecciones de 2018 y Claudia a quien le gusta que la llamen con el apellido de su esposo, regresó al partido de Vargas Lleras, con el que volvió a ocupar curul el 20 de julio de 2018.

De la mano de la política y la religión los Castellanos se han ganado el poder que durante 35 años han cosechado. Son una familia querida y bien apetecida por miles de colombianos. En cercanía de épocas electorales hay quienes los buscan para que desde la tarima les den el empujoncito divino que ellos con su número de congregados ya tienen ganado, mientras que hay otros miles de personas, la gran mayoría, que sí llegan a ellos en búsqueda de paz, armonía, bendiciones y de dios, como Juan Rodríguez, quien en compañía de su hija esperaba ansioso en un viejo Volkswagen rojo el siguiente auto-culto de las 6:00 de la tarde para ver a su líder espiritual así fuese a través de los vidrios empañados de su carro y escucharla por los parlantes que por falta de antena no le suenan muy bien.

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