Los celos de Enrique Marulanda

hoyennoticia.com


Por: Wilson Rafael León Blanchar 


En Fonseca, las parrandas no eran simples reuniones, sino ceremonias sagradas donde la música y el aguardiente eran los únicos jueces del tiempo. Aquella noche, el patio del mamón centenario estaba en su apogeo. Jaime Castro manejaba la guitarra con el pulso de un poeta enamorado, Changa sacudía la guacharaca con el desparpajo de siempre, y Gollito Rincones castigaba la caja con la fuerza de un tamborero viejo.


Pero cuando ella llegó, la parranda cambió de tono.


La sobrina de Enrique Marulanda.


Era de esas mujeres que con solo aparecer desatan susurros y miradas de admiración. No era solo su belleza lo que la distinguía, sino el aire de refinamiento que había heredado de su familia. Su padre, que alguna vez incursionó en la política, le había inculcado un porte elegante, una manera pausada de hablar y una sonrisa de esas que desarman hasta al más pícaro.


Lo que nadie dijo en voz alta, pero todos sabían, era que en esa parranda había alguien más atento a su llegada que el resto. El enamorado estaba presente, manejando todo con la cautela de un tahúr experimentado, sin llamar la atención, pero sin perder detalle.


Jaime, con ese olfato de guitarrista viejo, no perdió la oportunidad y arrancó con los primeros acordes de "Tú eres la reina", sin preguntar a quién iba dedicada:


"Pueden haber más bellas que tú

Habrá otra con más poder que tú

Pueden existir en este mundo

Pero eres la reina..."


Ella sonrió con ternura. Pero antes de que pudiera responder, un bufido se escuchó desde la esquina donde Enrique Marulanda, cruzado de brazos y con cara de quien se ha tragado un limón entero, observaba la escena con un descontento mal disimulado.


—¡Esa canción no es pa’ cualquiera! —soltó con la voz grave y los ojos fulminantes.


La parranda quedó en suspenso por un instante. Pero Changa, que nunca desperdiciaba la oportunidad de meter un comentario oportuno, giró la cabeza y lo miró con la guacharaca en alto.


—¡Hombre, Enrique! ¿Y qué es lo que te duele? ¿Qué la sobrina no sea tu novia o que tú no puedas ser su novio?


El estallido de risas fue inmediato. Hasta Gollito, que pocas veces hablaba, marcó un repique burlón en la caja, como quien aprueba la talla.


Pero Enrique no estaba para chistes. Resopló, se sacudió el pantalón y con el tono de quien cree estar poniendo orden en un potrero, intentó cambiar de tema:


—¡Lo que pasa es que este aguardiente está caliente y la caja de Gollito suena a totumo vacío!


La carcajada fue aún mayor. Changa le dio dos golpes a la guacharaca y, sacudiendo su pañuelo blanco, remató:


—¡No, lo caliente es el susto que tienes, Marulanda! ¡Se te metió el diablo en el hígado y te está revolviendo el aguardiente!


Jaime, sin perder el ritmo, continuó su canto, esta vez con un leve énfasis en la mirada dirigida a la muchacha:


"Tú no pides nada por tu amor

Tú no quieres nada por tu amor

Y aunque en tu castillo nada tengas

Tú eres la reina..."


El enamorado seguía en su sitio, sin apurarse, sin intervenir, dejando que la música hiciera el trabajo. Enrique, en cambio, bufaba, resoplaba y chasqueaba la lengua con fastidio. Cada verso, cada nota, le hacía revolver las entrañas.


Y entonces alguien, de esos que nunca faltan en las parrandas, soltó el comentario que terminó de sellar la noche:


—Dicen que Enrique iba a cantar, pero cuando vio a la sobrina sonriendo, se le olvidó la letra...


La carcajada fue colectiva. Enrique, con la dignidad de un general en retirada, se puso de pie, sacudió el pantalón con un ademán furioso y, sin despedirse, lanzó su última sentencia:


—¡Me voy, porque esto ya no es una parranda, sino una burla descarada!


Pero la muchacha se quedó. Y la música siguió, los versos continuaron, y el enamorado, sin haber movido un dedo, sonrió con la certeza del que ha ganado una partida sin siquiera mostrar sus cartas.


Porque en Fonseca, las reinas no necesitan coronas, pero sí una buena canción que las haga inolvidables.

No hay comentarios.:

SU OPINIÓN ES MUY IMPORTANTE

Con tecnología de Blogger.