Cuando las noticias llegan.

 

Por: Wilson Rafael León Blanchar.

He notado que cuando las noticias empiezan a llegar,

ya no traen cuentos, ni saludos, ni esas invitaciones de parranda

que solían alegrarme el alma...

No.

Llegan calladas, grises, cargadas de nombres conocidos,

de amigos que el tiempo, poco a poco,

ha ido llamando al silencio.

Se marchan sin alboroto,

como si la vida les hubiese susurrado bajito

que ya era hora de partir.

Y uno se queda aquí, bajo la sombra vieja de un árbol,

viendo pasar los días, entendiendo, sin apuro,

que cuando las noticias de muerte se hacen frecuentes,

es que la tuya ya viene en camino,

sin prisa, pero segura,

descalza y serena, como la última brisa de la tarde.

Entonces las guitarras callan,

los caminos se sienten más largos, más vacíos,

y las voces de los compadres se disuelven

en el mismo viento que antes las traía alegres.

Pero a pesar de todo,

cuando la última noticia lleve mi nombre,

cuando sea yo el que cruce ese umbral,

sé que no será el final.

Porque mi alma, esa que ha reído, cantado y amado,

no se quedará perdida en el olvido,

regresará tranquila al lugar de donde vino,

donde reina el amor y la paz,

donde la muerte no tiene dominio,

y donde la eternidad se vive como un suave amanecer

que nunca se apaga.