La cooperativa de los compadres – Sexta y última parte

 

hoyennoticia.com

Por: Wilson Rafael León Blanchar 


Era cuestión de tiempo. El chivo —ahora oficialmente registrado como “Chivo Marulanda Changa”— tenía más seguidores en Instagram que el alcalde. Sus videos corriendo detrás de turistas, comiéndose flores y posando con guaireñas eran tendencia.


Un día llegó una llamada desde España. Una productora de televisión quería llevar al chivo y a “su equipo humano” a participar en un programa de concursos rural llamado “El Gran Corral”. Pagaban todo, incluyendo una visa especial para el animal.


Enrique reunió a la cooperativa:

—Compa’, esto es histórico. El chivo va pa’ Europa con visa propia…

—¿Y yo qué? —protestó Changa—. Yo no tengo visa, ¡y soy el dueño!

—Pa’ que vea, compa —dijo Yaya riéndose—, aquí el único que progresa sin papeleo es el chivo.


El viaje fue una odisea. En el aeropuerto de Madrid, la policía revisaba pasaportes y, cuando le tocó al chivo, el oficial miró, luego miró al animal, y dijo:

—Señor Chivo… bienvenido a España.


En el programa, el chivo no decepcionó. Había que superar pruebas como saltar vallas, empujar carretillas y esquivar obstáculos. Pero él, en vez de seguir el circuito, se fue directo a comerse un arreglo floral que decoraba el set. El público estalló en carcajadas, y las cámaras no lo perdieron ni un segundo.


Mientras tanto, Enrique y Yaya preparaban arepas y dulce de coco para los presentadores, Toño vendía guaireñas a los técnicos de grabación, y Efraín le sacó música hasta a una bandeja metálica del catering.


El chivo quedó segundo en la competencia, pero se ganó el Premio del Público. En la entrevista final, el presentador le preguntó a Enrique:


—¿Qué hará ahora el chivo con tanta fama?

—Pues… regresar a Fonseca, porque allá todavía le falta cobrar unas fotos con turistas.


El regreso fue apoteósico: la plaza llena, la banda de viento, pancartas que decían “Bienvenido, Gerente de Experiencias Internacionales”. El chivo, con una bufanda que le habían regalado en Madrid, caminó como todo un político en campaña.


Enrique, viendo a la gente reír y celebrar, dijo para sí:

—Al final, lo que empezó como un invento pa’ vender queso terminó siendo la historia de cómo un pueblo entero se volvió famoso… gracias a un chivo que nunca siguió las reglas.


Y así, Fonseca quedó para siempre en el mapa del turismo mundial, con su calor, su música, su picardía y, claro… su chivo estrella.

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